jueves, 28 de agosto de 2008

Aquí ya huele a botafumeiro

Salgo de Ribadixo caminando entre la niebla y los primeros kilómetros hasta Arzúa discurren con tranquilidad, a partir de Arzúa la pena es que hay mucha gente y los ruidos a esta hora de la mañana no me dejan despertar mis sentidos y mis ojos pausadamente como me gusta, así que decido abandonar el camino histórico y caminar por la carrtera paralela, menos bonita y más dura mi pisada, pero mejor para concentrarme y disfrutar de mi soledad.

Al llegar al kilómetro 25 decido detener mis pies, en vez de haber parado en el pueblo anterior ¿casualidad? y descubro un bar en el que me quedo charlando con los dueños casi una hora, charla amena, agradable acerca del camino y los múltiples viajes que empezamos y llevamos a lo largo de la vida. De regalo dos trozos de empanada de bacalao impresionates y el único sello auténticamente original. Hecho a mano, diferente.

Hoy me encontraré con Pitxu. Tengo ganas de verla y hablar acerca del camino y las cosas que voy descubriendo, con ella la conversación siempre es amena, certera e intensa; llena de vida. Uno de esos regalos de la vida que no quiero ni puedo dejar escapar.

El camino continua por entre los eucaliptos y las numerosas subidas y bajadas acercándome al aeropuerto. Al acercame a la pista de aterrizaje (maldito rodeo y que pena que las prioridades humanas cambien tan deprisa) una llamada un encuentro prodigioso. Qué bien sientan los abrazos de los amigos y si van acompañados de una cerveza fresquita y miradas profundas, mejor que mejor.

Llego a Monte do Gozo y obviando la monstruosidad de la urbanización o parque temático para el peregrino que han construido ahí, aqui ya huele a Santiago, a ciudad vieja, a aromas de media Europa, traidos por gentes de muy, muy lejos.

Una pregunta: ¿de dónde ha salido toda esta gente? ¿estos peregrinos han hecho el Camino? ¿Dónde están las caras conocidas de tantos compañeros de viaje?

Mañana entraré en el Obradoiro.

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