lunes, 11 de agosto de 2008

Triacastela

Me levanto a las 5 de la mañana para iniciar la ascensión a este puerto que me asusta y me hace querer irme a mi casa, culebras de mi cuerpo.

Según subo a buen paso, va llegando la claridad del alba y en un momento giro la cabeza, veo a lo lejos El Acebo brillando con sus luces, aún sin apagar, y más arriba se intuye el paso de la Cruz de Fierro, que lejos queda ya, muy lejos. Parece una eternidad y sólo han pasado tres días.
Yo vengo de alli.

Entro a Galicia y comienza la parte ignota de mi camino, tierras bravas, desconocidas por mi, llenas de misterios, leyendas y olor a queso de cabrales, que aunque no es de aquí a mi me huele así.

Despues de un camino laaaaargo cuesta abajo llego a Triacastela, entro en el albergue municipal por los pelos (soy el último) y reencuentro a la gente que he conocido en el camino. Nos vamos a cenar muy bien y a manetener charlas, risas y miradas con personas nuevas, miradas limpias y chispeantes. En el segundo plato, SORPRESA, aparecen Jóse, María y Javi (mis hermanos y mi cuñada), que emoción, que alegría, acabamos cenando todos juntos y una nueva alegría se añade a la que ya llevo dentro de mi por mis aprendizajes y por lo que me queda por aprender.

Un beso, buena suerte y que hagais unos buenos días.

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