jueves, 28 de agosto de 2008

Galicia me sigue sorprendiendo

Salgo de Palas de Rei como siempre antes de que el sol descubra sus luces sobre mi espalda, cuando haces el camino tomas conciencia de los ritmos y costumbres de los astros y descubres que siempre sale por tu espalda y se pone por delante de tus ojos calentando durante todo el día mi lado izquierdo, como queriendo dar color a mis emociones.

Hoy la niebla aporta más misterio a este viaje que discurre entre robles, castaños milenarios y eucaliptos impresionantes.

Descubro que Galicia rompe las piernas de tanto subir y bajar montes, que prefiero la subidas contínuas y largas a las bajadas rápidas y cortas, que me empeño, que dirigir mis pasos hacía arriba y tirar, tirar se me da mejor que retener, frenar y contener... al final mi cuerpo se resiente mucho más haciendo muchísimo menos esfuerzo.

El agotamiento hoy se ceba en mi y la llegada al albergue se me hace un suplicio hasta que, de repente, veo al final de una pronunciada bajada un río fresco, ribera amplia y vital (recuerdo los oasis ribereños de Castilla) un puente antiguo (luego descubro que es romano) y un bonito albergue público, aquí descansarán hoy mis pies.

Intercambios sextercios por alojamiento y penetro en un espacio antiguo, del siglo XIII ó XIV, antiguo Hospital de Peregrinos a la vera del río Iso, precioso quizá el más bonito.

Me encuentro con Kepa y Stella, el bilbaino que ha decidido compartir su vida con la ateniense bella. Encuentros del camino que alivian la soledad y hacen compartir momentos de alegría y reflexión según me acerco a la meta esperada. Mañana llegaré a Monte do Gozo.


Que el destino os haga descubrir lo que llevais dentro. Un beso, mis ángeles de la guarda.

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